viernes, 12 de septiembre de 2008

EL URBANISMO SOCIAL

EL PAÍS - ALFONSO RODRÍGUEZ GÓMEZ DE CELIS - 12/09/2008

Algunos observadores han señalado que, en realidad, el proceso que denominamos globalización es un proceso doble. Mientras que ciertas actividades económicas precisan espacios cada vez más amplios para su desarrollo y de este modo pierden todo carácter local, los hombres buscan espacios cada vez más pequeños en los que poder sentirse como en casa y en los que desarrollar un sentimiento de pertenencia. "Pensar globalmente, actuar localmente", este es el lema con el que Ralf Dahrendorf, Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en 2007, describe esta tesis.

Hoy nadie discute el papel de los municipios como grandes motores económicos, así como su capacidad de convertirse en los núcleos donde más fácilmente puede favorecerse la innovación política y social. Son la administración que mejor puede funcionar como unidad integradora de la compleja sociedad moderna. Los ayuntamientos son las administraciones que mayor capacidad de adaptación a las demandas de los ciudadanos han demostrado, incluso en ámbitos que no son de su competencia, a pesar de sus problemas de financiación que, por necesidad en unos casos, e irresponsabilidad en otros, muchos municipios han hecho recaer sobre la gestión urbanística. En Sevilla, por ejemplo, durante los años en que gobernó la derecha, se impuso un modelo de urbanismo especulativo (basta recordar el lamentable episodio de la recalificación de Uralita). La llegada de los socialistas al gobierno de la ciudad puso freno a estas prácticas especulativas, imponiendo un modelo que ha creado escuela: El urbanismo productivo, con resultados más que evidentes (Abengoa, Cruzcampo, Fasa-Renault, el Puerto de Sevilla, EADS-CASA, la construcción de VPO, el Metro, el AVE Sevilla-Málaga, la SE-40, la futura SE-35, etc.)

Sin embargo, aunque las empresas son importantes, un ejemplo como el de Sevilla nos debe servir para darnos cuenta de que lo verdaderamente importante para el desarrollo de una ciudad son las personas, lo que nos ha llevado a acuñar un lema que es toda una declaración de principios: "Sevilla, la ciudad de las personas".

Richard Florida se ha convertido en los últimos años en el referente de esta nueva forma de entender el urbanismo. Florida defiende que el "factor humano" es más importante que otros factores económicos y ha establecido el concepto de "clases creativas". Desde nuestra perspectiva, ésta es la clave, por ejemplo, de que grandes corporaciones como Renault o EADS-CASA hayan apostado por Sevilla. Florida concluye que las clases creativas buscan ciudades creativas para vivir, en las que buscan seguridad, oportunidades e infraestructuras para el desarrollo personal y profesional, un liderazgo político de altura, respeto y tolerancia y, lo más importante, auténtico carácter, alma. Es por esto que estoy convencido de que Sevilla cuenta con la materia prima necesaria para convertirse en uno de las principales ciudades creativas de España, sin duda de Europa y, probablemente, del mundo.

La política urbanística debe trascender de la preocupación, casi exclusiva, por la ordenación del territorio y la arquitectura. Necesitamos puntos de vista que coloquen al ser humano en el centro del discurso, para lo que debemos propiciar aproximaciones multidisciplinares al fenómeno urbano. Para ello hemos apostado por el urbanismo social que pone los instrumentos y recursos del urbanismo al servicio del ser humano y que bebe también de las fuentes del un urbanismo cívico que tiene como grandes pilares la transparencia y la participación ciudadana. Se trata, en definitiva, de un modelo de urbanismo sostenible, transparente y participativo, que busca proteger a los más débiles, que se preocupa por el pleno desarrollo de todos los barrios de la ciudad, que apuesta firmemente por la construcción de vivienda protegida y que quiere mejorar la calidad de vida de nuestra generación, y de las generaciones que nos van a suceder.

Y lo mejor de todo esto es que el urbanismo social es, en Sevilla, una apuesta en términos reales, y no teóricos.