martes, 14 de junio de 2016

‘The show must go on’

La política espectáculo no es nueva, ni mucho menos. Ya en los años 60, el controvertido Guy Debord hablaba de ella, inscrita en lo que denominaba la sociedad espectáculo. Pero podríamos remontarnos muy bien hasta las escenificaciones del partido Nazi o la propaganda soviética y, por supuesto, ha estado muy presente siempre en la política norteamericana, desde Eisenhower a, por supuesto, Trump, pasando por Kennedy, Reagan y Obama.

Manejar bien la política espectáculo no es sencillo, pero suele funcionar bien «que hablen de uno, aunque sea bien» y la pelea no consiste en quien hace las mejores propuestas, sino por quien atrae las cámaras.

En España la política nos ha dado espectáculos interesantes. Recuerdo el dóberman del PSOE del 96, o a Hermida con las nuevas caras del PP de Aznar, quien montó el primer departamento de telegenia de un partido en España, o las puestas en escena de Caldera, la imagen de Chacón pasando revista a las tropas embarazada y, desde luego, el paso de los políticos por programas de entretenimiento.

Pero, en ninguna campaña, como en ésta, ha primado tanto el concepto del espectáculo por el espectáculo. Podemos es una fuerza política construida por obra y gracia de este principio, que también está detrás de la polémica generada por el PP con su himno a ritmo de merengue o su reciente y acertada producción audiovisual. El partido de Rivera que es más desigual y tiene una dependencia grande de la sobreexposición de su líder, nos ha dado recientemente algún momento bueno con la visita a Venezuela. El PSOE, que empezó bien con la llamada de Sánchez a Sálvame, y consiguió atraerse todas las cámaras durante la investidura, está resultando previsible, y aun así remonta posiciones. A ver las próximas semanas.

lunes, 6 de junio de 2016

Florecitas

El Correo de Andalucía 06-06-2016

En las últimas semanas, cada vez que coincido con algún militante o simpatizante socialista veo en su semblante la sombra de la preocupación. La pregunta que me hacen es siempre la misma: «Antonio ¿cómo ves la cosa?» Y mi respuesta, rara vez los deja más tranquilos.

Y es que tengo la impresión de que el PSOE no ha sabido leer la estrategia de esta segunda campaña. El partido que siempre supo interpretar mejor que nadie la partida de ajedrez que era la política en España no está sabiendo adaptarse a un escenario en el que las reglas son más parecidas a las del Risk, y se reciben ataques a diestro y siniestro. En marketing político, al diseñar esta campaña, lo primero que preguntaríamos es ¿por qué tengo que votar al PSOE y no a otros? La respuesta no parece que la respondan los mensajes de una campaña que a PP y Podemos interesa polarizada entre ambos.

Un partido que aspire a apelar a su base y que desee motivarla debe poner la atención en sus símbolos y su historia. Su discurso debe ir encaminado a motivar a su electorado más duro. Y, sinceramente, creo que la estrategia del PSOE, en esto, está de momento pinchando en hueso. Si se toma el mapa de España se puede ver claramente cómo el PSOE es fuerte en la mitad sur, mientras que, de Madrid para arriba, ha perdido ya cualquier atisbo de lo que llegó a ser ¿Es lógico en estas circunstancias introducir como tema de campaña la cuestión territorial y hacerlo de tal forma que cree incertidumbres en Andalucía, Extremadura o La Mancha, sin terminar de convencer en Cataluña? ¿O que el PSC firme acuerdos con Colau?

Ayer escuché a Pedro Sánchez en una entrevista reconocer que el electorado socialista está desmotivado. Es un buen comienzo, pero no sé si lo van a hacer reaccionar con florecitas.

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