miércoles, 17 de junio de 2009

Recordando a Stravinsky

Sólo unas líneas para conmemorar el 127 aniversario del nacimiento de Igor Stravinsky, sin duda uno de los músicos más importantes del siglo pasado, considerado por la revista Time como una de las personalidades más influyentes del siglo XX y uno de los pocos músicos que cuenta con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

Os dejo con una de mis piezas preferidas, dirigida por él mismo.


martes, 9 de junio de 2009

EL CEREBRO MASÓNICO

Siempre me ha apasionado desentrañar los misterios de ese kilo y medio de células grises, como decía Hércules Poirot, contenidos en el cráneo y que me hacen ser yo: el cerebro.

He leído mucho sobre el cerebro y lo único que he conseguido es llegar a la conclusión de que sabemos muy poco sobre él, y de que gran parte de lo que durante años hemos creído saber, sencillamente es erróneo.

Uno de los mitos que existen en torno al funcionamiento del cerebro es, precisamente compararlo con un ordenador. Eso no es ninguna novedad, la gente siempre ha descrito el cerebro en comparación con las últimas tecnologías del momento, tanto si eso implicaba referirse a las máquinas de relojería, o a las de vapor, o a las centralitas telefónicas. Hoy la tentación natural es comparar al cerebro con un ordenador biológico (luego veremos que, irónicamente, esta forma de pensar no es más que una “trampa” urdida por el propio cerebro).

Pero los ordenadores son diseñados por ingenieros para que operen como una fábrica en la que las acciones tienen un lugar siguiendo un plan general con un orden lógico, mientras que el cerebro opera más bien como un restaurante chino en el que no queda una sola mesa libre: es caótico, falta espacio y la gente corretea de un lado para otro sin ningún propósito aparente; pero, de alguna manera, al final todo se acaba haciendo como es debido. Los ordenadores básicamente procesan la información de manera secuencial, mientras que el cerebro maneja múltiples canales de información en paralelo.

Cuando los informáticos se dispusieron a crear programas que imitaran las capacidades humanas, descubrieron que era relativamente fácil lograr que éstos se guiaran por reglas lógicas y llevaran a cabo complejos cálculos matemáticos, pero muy difícil conseguir, por ejemplo, que entendieran lo que estaban viendo en una imagen o supieran moverse por el mundo. Los mejores programas de ajedrez de hoy en día pueden vencer a un gran maestro, al menos en algunas ocasiones; pero cualquier crío normal le da mil vueltas a la hora de encontrar sentido al mundo visual.

Intentad resolver mentalmente este sencillo problema: “Un vino y una tapa cuestan 1,10 €. La tapa cuesta 1 € más que el vino ¿Cuánto cuesta la tapa?” ´No os preocupéis, la inmensa mayoría de la gente dirá que 1 euro, lo cual es intuitivo pero erróneo: la tapa cuesta 1,05 € y el vino, 5 céntimos.

Este sencillo experimento, formaba parte de la investigación que, para arrojar algo de luz en toda esta cuestión, llevaron a cabo Kahneman y Tversky. Estos dos científicos extrajeron la siguiente conclusión: la estructura de nuestro cerebro funciona mejor en operaciones analógicas, que en operaciones lógicas.

Veamos otro ejemplo, asociado al cálculo de probabilidades. Tirar una moneda al aire es un modelo clásico de probabilidad y es normal mantener la creencia errónea de que el hecho de que hayan salido varias caras seguidas hace más probable que en la próxima tirada salga una cruz. Pero ¿qué sabe la moneda? ¿Es que la moneda sabe cuántas veces ha salido un resultado u otro? La posibilidad de que salga cruz seguirá siendo del cincuenta por ciento, por mucho que nos cueste asimilarlo. Este error común se conoce como la “falacia del jugador” y es un ejemplo de cómo nuestro cerebro tampoco es demasiado bueno en el cálculo de probabilidades.

Nuestro cerebro tiene un mandato genético básico, conseguir que sobrevivamos a este mundo hostil en el que nos ha tocado vivir. Puesto que, a lo largo de siglos de evolución, a menudo hay que reaccionar con rapidez frente a emergencias y oportunidades, el cerebro se suele decantar por una respuesta improvisada, antes que por la clase de respuesta perfecta que requiere ser pensada con calma. Esto, sumado a que le mundo es complejo, significa que nuestro cerebro se ve obligado a tomar muchos atajos y a hacer muchas suposiciones. El cerebro se decanta por la rapidez e interpreta los acontecimientos basándose en reglas generales que son fáciles de aplicar y que, generalmente, no son lógicas.

Eso sí, es capaz de utilizar un enfoque lento y metódico, que es el adecuado para hacer operaciones matemáticas o resolver acertijos lógicos.

El psicólogo Daniel Kahneman ganó el Premio Nobel de Economía por estudiar estas reglas generales y cómo influyen sobre la conducta en la vida real (Amos Tversky, su colaborador desde hacía mucho tiempo, falleció sin poder compartir el galardón).

Ambos psicólogos demostraron con sus experimentos que los humanos no somos totalmente racionales en la toma de decisiones, además de malos estadísticos intuitivos. Kahneman y Tversky encontraron que no solemos emitir juicios o tomar decisiones siguiendo procedimientos totalmente racionales o estadísticos sino empleando los denominados heurísticos. Éstos constituyen una especie de “atajos cognitivos”, estrategias no formales para resolver problemas, que permiten la emisión de juicios. Es obvio que existen ventajas adaptativas en su empleo, como es la velocidad a la hora de tomar decisiones (imaginemos lo poco adaptativo que hubiera sido a nuestros antepasados, como a nosotros, el tomar una decisión o ejecutar una conducta calculando siempre probabilidades reales de peligro, por ejemplo, y haciendo un análisis totalmente racional de un fenómeno). Por otro lado, es cierto que muchas veces nos llevan a soluciones adecuadas y correctas. Sin embargo, dichos heurísticos son estrategias inexactas que pueden dar lugar a sesgos Si echamos un vistazo a nuestra memoria, su funcionamiento no puede ser más diferente del de, por ejemplo, un disco duro.

El heurístico de representatividad afirma que emitimos juicios de probabilidad basándonos en el parecido de una información concreta con el prototipo o, dicho de otro modo, en lo representativo que sea A respecto a B, en vez de hacerlo de acuerdo con las probabilidades reales. Un ejemplo de este heurístico aplicado a las pseudociencias es las llamadas medicinas alternativas: el pensar que “lo parecido cura lo parecido”, un postulado que no se sostienen a la luz de la evidencia científica. Como afirman Gilovich y Savitsky (1996), las medicinas antiguas están repletas de razonamientos “representativos”: el prescribir cuerno de rinoceronte para la impotencia, o pulmón de zorro para el asma.

El heurístico de accesibilidad consiste en que la emisión de juicios se ve afectada por aquella información que se encuentra más accesible en memoria, en vez de por las probabilidades reales de eventos. Este heurístico tiene cierta justificación ya que los sucesos más frecuentes son los que mejor se memorizan y mejor se recuperan. Pero adicionalmente tiene mucho que ver con el carácter selectivo de la memoria y es el causante del denominado sesgo confirmatorio: tendemos a buscar (y encontrar) evidencia que apoye nuestras creencias, teorías o hipótesis más allá de lo justificado por los datos reales y empíricos (Gilovich, 1997).

Este heurístico es de particular importancia a la hora de comprender lo malo que solemos ser a la hora de estimar sucesos que ocurren por puro azar. Nuestro cerebro busca continuamente patrones con significado, incluso donde no los hay. De nuevo, esta propiedad tiene un alto valor adaptativo pero, de nuevo, nos puede llevar a concepciones erróneas sobre la realidad. Debido al heurístico de accesibilidad y al carácter selectivo de la memoria, tendemos a encontrar relaciones significativas donde sólo hay pura casualidad. En general, sobrevaloramos aquellos sucesos que ocurren simultáneamente y que tienen una carga emocional.

Tomamos decisiones todos los días. Desde luego, algunas más trascendentes que otras. Podemos acertar o equivocarnos en cada una de ellas, pero nos gusta creer que cada decisión es el producto de un análisis objetivo, frío y racional. Como ya hemos visto, esto no puede ser más alejado de la realidad.

Para apoyar esta falacia, hemos construido un mundo que favorece la ausencia de emociones en la toma de decisiones. Desdeñamos las emociones porque las consideramos un estorbo, una especie de niebla que nos impide ver los hechos con claridad.

Las emociones son resultado de un conjunto de procesos fisiológicos, de cambios moleculares, que suceden en nuestro organismo. No podemos eliminar las emociones de nuestro cuerpo, forman parte de nuestra propia biología.

La forma en que nuestro cerebro percibe estos cambios es lo que llamamos sentimientos o sensaciones. Son esenciales para solucionar problemas que requieren creatividad o que deben elaborar y procesar grandes cantidades de información y, por lo tanto, nos ayudan a decidir.

La realidad es continua, pero nosotros la entendemos porque la fraccionamos, la categorizamos, inventamos conceptos opuestos y metemos todas las cosas en sus casillas: es nuestra forma de entender el mundo y, por otra parte, será difícil que alguna vez nuestro cerebro pueda operar de otro modo. Sin embargo, esos procedimientos (fraccionamiento, categorización, división en contrarios, etc.) sólo contribuyen a forjar ideas. Después, simplemente, nuestro cerebro se limita a llenar los huecos con lo que tenga más a mano en cada momento. Necesitamos tener unos recuerdos coherentes, aunque eso signifique que, sin darnos cuenta por supuesto, nuestro cerebro se invente los espacios que faltan.

Como podemos comprobar, nuestro cerebro es más analógico que lógico, funcionando por similitud, diferencia, proximidad, contraste, comodidad, etc. pero, generalmente, sin aplicar la lógica.

Las neuronas se asocian unas con otras en el cerebro para establecer conjuntos especializados que procesen las distintas informaciones. Este diseño ha sido llevado a cabo, por selección natural, para solucionar los problemas adaptativos a los que se enfrentaron nuestros ancestros.
Esta es la base de nuestras aptitudes naturales: nuestra habilidad para ver, para hablar, para enamorarnos, para temer las enfermedades, para orientarnos… entre otros muchos instintos que solemos obviar o asociar a conceptos como la razón o la cultura. Pero este punto de vista evolucionista en el estudio de la mente humana está en conflicto con las ideas tradicionales. Antes y después de Darwin la corriente principal que domina las ciencias sociales es bien diferente. Todo el contenido de la mente humana proviene de fuera, del entorno, de la sociedad; nuestro cerebro simplemente nos permite aprender, imitar, adquirir cultura. Nuestra mente es una pizarra en blanco donde la experiencia va dibujando lentamente todo su significado.

Steven Pinker, profesor de psicología en la Universidad de Harvard desarrolla en su libro “La Tabla Rasa”, todos estos conceptos evolucionistas para intentar encontrar el origen biológico de la naturaleza humana.

A mucha gente le molesta la idea de que la mente humana sea un producto de la evolución, porque no conduce hacia una visión de los humanos como genéticamente violentos y competitivos, muy lejos del “noble salvaje” de Rousseau.

La mayoría de los biólogos evolucionistas, sin embargo, creen que por ejemplo la capacidad de altruismo surgió por evolución en los seres humanos: porque si dos personas se hacen favores, entre ellos obtienen mejores resultados que si cada uno es egoísta.

Por tanto, la evolución también puede verse como la fuente del sentido moral y de las tendencias más buenas: la capacidad de amar, las emociones de la simpatía, la gratitud, la lealtad. Y todas estas emociones positivas son productos de la evolución, junto con el lado negativo de nuestra naturaleza.

Indudablemente el avance evolutivo de nuestra inteligencia, y en lo que nos distinguimos más claramente de los animales, se debe a la aparición de códigos simbólicos que permiten disponer de la realidad sin tenerla, e incluso de crearla sin más. El hombre crea el mundo y a la vez sus propias creaciones se le imponen como algo externo.

No está demostrada la forma en que nuestra mente genera conceptos, que después se traducen a lenguaje. Sin embargo, la hipótesis que se propone, siguiendo a diversos autores que integran lo que se ha denominado “semántica cognitiva” es que nos representamos, construimos o tenemos un mundo mediante modelos cognitivos (Aquí me han resultado particularmente interesantes los trabajos de George Lakoff, aunque también es recomendable atender a las investigaciones de M. Johnson y G. Fauconnier, entre otros).

El Modelo cognitivo es la estructura teórica más amplia que nos permitirá relacionar imagen y concepto, por un lado, comprender los conceptos y las categorías, por otro, y también integrar conceptos y categorías en el razonamiento.

Según Lakoff, los conceptos se almacenan en el cerebro como grabaciones dormidas. Cuando estas grabaciones se reactivan, pueden recrear la variedad de sensaciones y acciones asociadas con una entidad particular o una categoría de entidades. Una Taza de café, por ejemplo, puede evocar representaciones visuales y táctiles de su forma, textura, temperatura, junto con el olor y el sabor del café o la trayectoria que el brazo y la mano toman cuando conducen la taza a los labios. Todas estas representaciones son recreadas en distintas y separadas regiones del cerebro, pero su reconstrucción ocurre simultáneamente

Debe quedar claro que un concepto no es la palabra, ni tampoco la imagen que frecuentemente provoca. Un concepto o un esquema cognitivo reúnen una gran cantidad de elementos dispersos. En el caso de la taza de café desde su aroma, sabor o color, hasta los movimientos que realizamos con ella o las sensaciones que hemos asociado con tomar una taza de café. Además hay diversos tipos de conceptos y se producen también diversas formas de agruparlos.

Dada toda esta variedad y confusión, todas estas peculiaridades se engloban bajo otro concepto, el modelo cognitivo. Un modelo cognitivo es un patrón recurrente, una forma y una regularidad de las actividades de ordenamiento de las experiencias. Estos patrones surgen como estructuras significativas principalmente a partir de la forma en que experimentamos y percibimos el mundo (lo bueno es arriba, lo malo es abajo, etc.)

Su proceso de construcción, como vemos, procede de una estructura preconceptual que es de dos tipos:

  1. Existen estructuras de nivel básico, que son categorías definidas por la convergencia de nuestra percepción gestáltica, nuestra capacidad para el movimiento corporal y nuestra capacidad para formar ricas imágenes.
  2. Y estructuras esquemáticas de imágenes sinestésicas, esquemas de imágenes que constantemente aparecen en nuestra experiencia corporal cotidiana: continentes y relaciones, arriba-abajo, parte-todo, centro-periferia, etc.
El resto de nuestro sistema conceptual y categorial, eso que Aristóteles denominó abstracción, se forma mediante proyecciones metafóricas que toman como dominio de origen alguna de estas imágenes esquemáticas o categorías básicas, un dominio físico, para conformar un dominio destino, que es lo que quiere conceptualizar, un dominio de lo abstracto. También mediante proyecciones metonímicas desde categorías de nivel básico a otras subordinadas o superordinadas.

Todo nuestro conocimiento lo organizamos por medio de estas estructuras.

Para la mayoría de la gente, la metáfora es un recurso de la imaginación poética. Es más, la metáfora se contempla característicamente como un rasgo sólo del lenguaje, cosa de palabras, más que de pensamiento o acción. Lakoff, sin embargo, concluye que la metáfora, por el contrario, impregna la vida cotidiana. Es más, nuestro sistema conceptual ordinario, en término del cual pensamos y actuamos, es naturalmente de naturaleza metafórica.

Para Lakoff, además, es un caso claro que el poder de la metáfora puede también transformar la realidad, no sólo conceptualizarla.

Por ejemplo, una metáfora muy consolidada es la que establece que “una discusión es una guerra”. Podemos ganar o perder en las discusiones, vemos a la persona con la que discutimos como un oponente, atacamos sus posiciones y defendemos las nuestras, ganamos o perdemos terreno, planteamos y usamos estrategias… Pero tratemos de imaginar una cultura en la que las discusiones no se vieran en términos bélicos. Imaginemos que fuera vista, por ejemplo, como una danza, los participantes como bailarines, y en la cual el fin fuera ejecutarla de una manera equilibrada y estéticamente agradable. En esa cultura la gente consideraría las discusiones de manera diferente, las experimentaría de manera distinta, las llevaría a cabo de otro modo y hablaría acerca de ellas de otra manera.

Una metáfora, por tanto, puede ayudarnos a modificar nuestra conducta. Y esta es una de las bases del método masónico.

Como expresa Javier Otaola en su libro “Razón y sentido, la metáfora masónica”, «lo más característico de la Masonería, como método y como institución, es su estrecha identificación con la actividad constructora de la que saca sus símbolos, ritos y tradiciones. La Masonería, que se funda a sí misma en la conciencia arquetípica de la metáfora constructora que puede rastrearse en toda sociabilidad humana considera unidos por el mismo hilo conductor, por ejemplo, la construcción megalítica de Stonehenge, las Pirámides, el Partenón ateniense, el Templo de Jerusalén, la catedral de Reims, el Monasterio de El Escorial, el Parlamento y San Pablo de Londres, San Basilio de Moscú, San Pedro de Roma, la Torre Eiffel, el Guggenheim Museo…; cada una de esas obras merecerá una particular consideración cultural, religiosa, política y estética, pero todas ellas revelan esa condición constructora del ser humano, y definen, de alguna forma la espiritualidad de un lugar y de una época, obraron y obran conmoviendo a los seres humanos. En su construcción se hace patente la verdad de ese dicho masónico “cela que tu fais, te fait” (lo que tú haces, te hace) la acción sobre el mundo es también acción sobre mí, la “poiesis” es “autopoiesis”. Nuestra esencia se va construyendo, sobre, y a partir de nuestra existencia. »

Desde mi punto de vista, y a modo de conclusión, parece bastante claro que el funcionamiento básico de nuestro cerebro es analógico, que funciona mediante estructuras metafóricas que son capaces de condicionar nuestra forma de enfocar nuestras vidas y que, por lo tanto, parece bastante factible que un sistema simbólico como el masónico, que también se vale de otras prácticas fáciles de asimilar para nuestro cerebro, como son la imitación o la repetición, sea capaz de transformarnos y, por lo tanto, conseguir un fin iniciático.

Digamos que, mientras que otros sistemas de aprendizaje son lógicos y, por lo tanto complejos de asimilar, la Masonería es analógica y, por lo tanto, habla el mismo lenguaje que nuestro cerebro.

lunes, 8 de junio de 2009

Por tu dignidad y tu futuro. YO VOY, BETIS



El Lunes 15 de Junio, YO VOY, BETIS. Voy bajo La Giralda, a las 20:30 horas, a una cita a la que nos hemos convocado todo el beticismo para manifestarnos hacia nuestra Plaza Nueva. YO VOY, BETIS. Por tudignidad y por tu futuro, Para decir sencillamente que soy del Real Betis Balompié, que estoy a tu lado manque pierda y que quiero un Betis que sea el Betis.

YO VOY, BETIS, porque creo que la afición es el único patrimonio del Real Betis Balompié S.A.D., porque creo que nosotros, nosotras, somos el Betis. Sus 10.000 accionistas minoritarios, sus 40.000 abonados, el millón de personas a quienes nos late el corazón al compás de las trece barras, nosotros, nosotras somos el Betis.

YO VOY, BETIS, porque creo que el Real Betis Balompié necesita un cambio profundo en su gestión, para caminar hacia el Betis que merecemos, frenando el tremendo deterioro social, institucional, económico, empresarial, de imagen y deportivo que está sufriendo, rescatando la dignidad que se merece una institución centenaria, y recuperando un Betis que pertenezca al beticismo, un Betis con dignidad, un Betis con futuro, un Betis de los béticos.

YO VOY, BETIS, porque quiero recuperar el Betis de mi infancia: para mí, para mis hijos, para los hijos de mis hijos. Recuperar el Betis mágico, diferente, extraordinario. El Betis ciudad y río, historia y presente, Hispalis y Bética, verde y blanco, del pueblo y de la realeza, de los sevillanos aquí nacidos y de los de adopción, el Betis andaluz y universal, el Betis de Primera, Segunda y Tercera División, de la Champions y los de los bocatas de tortilla, los Campeones de Copa y los de las rifas, el Betis del manquepierda, el Betis del mucho Betis. Recuperar, en fin, la alegría de ser bético.

YO VOY, BETIS, porque creo que somos mucho más que un sentimiento, que un escudo o una bandera. Y, por supuesto, mucho más que un negocio, mucho más que empresas vinculadas y mucho más que una persona. No voy contra nadie, ni voy por pertenecer a colectivo alguno, ni me considero opositor a nada: sencillamente voy por el Betis y por su futuro. Voy porque creo que es tiempo de dejar atrás una etapa y empezar una nueva, en la que el beticismo tenga la oportunidad de adquirir un pedazo de su Betis a un precio justo, tasado y no especulativo. Voy porque creo que el Real Betis Balompié necesita, para su propia supervivencia, volver a ser –también accionarialmente- Betis al 100% y 100% Betis.

YO VOY, BETIS, y llevo otros conmigo: llevo a mis amigos, a mi familia, a mis vecinos. Llevo a todos aquellos que creen que es el momento de decir que somos del Betis. Y, por supuesto, llevo a aquellos que desde el 4º Anillo lloran al ver en qué están convirtiendo a su Betis, el todavía Real Betis Balompié, y desde allí arriba sueñan con volver a ver el Betis que en vida soñaron.

Por tu dignidad y tu futuro, YO VOY, BETIS.

El discurso de El Cairo de Barack Hussein Obama

Es un honor para mí estar en la ciudad eterna de El Cairo, y tener como anfitriones a dos eminentes instituciones. Durante más de mil años, Al-Azhar ha sido un modelo de enseñanza islámica y, durante más de un siglo, la Universidad de El Cairo ha sido una fuente de adelantos para Egipto. Juntas, representan la armonía entre la tradición y el progreso. Agradezco su hospitalidad y la hospitalidad del pueblo de Egipto. También es un orgullo para mí ser el portador de la buena voluntad del pueblo estadounidense y del saludo de paz de las comunidades musulmanas en mi país: “Salaam aleikum”.

Nos congregamos en un momento de tensión entre Estados Unidos y musulmanes alrededor del mundo, tensión arraigada en fuerzas históricas que van más allá de cualquier debate sobre política actual. La relación entre el Islam y el Occidente incluye siglos de coexistencia y cooperación, pero también conflictos y guerras religiosas. Recientemente, la tensión ha sido alimentada por el colonialismo que les negó derechos y oportunidades a muchos musulmanes, y una Guerra Fría en la que a menudo se utilizaba a los países de mayoría musulmana como agentes, sin tener en cuenta sus aspiraciones propias. Además, el cambio arrollador causado por la modernidad y la globalización han llevado a muchos musulmanes a considerar que el Occidente es hostil con las tradiciones del Islam.

Extremistas violentos se han aprovechado de estas tensiones entre una minoría pequeña, pero capaz, de musulmanes. Los ataques del 11 de septiembre del 2001 y los esfuerzos continuos de estos extremistas de actuar violentamente contra civiles han llevado a algunas personas en mi país a considerar al Islam inevitablemente hostil no sólo con Estados Unidos y los países del Occidente, sino también con los derechos humanos. Esto ha engendrado más temor y más desconfianza.

Mientras nuestra relación sea definida por nuestras diferencias, les otorgaremos poder a quienes siembran el odio en vez de la paz, y a quienes promueven el conflicto en vez de la cooperación que puede ayudar a todos nuestros pueblos a lograr la justicia y la prosperidad. Éste ciclo de suspicacia y discordia debe terminar.



Un nuevo comienzo

He venido aquí a buscar un nuevo comienzo para los Estados Unidos y los musulmanes de alrededor del mundo, que se base en intereses mutuos y el respeto mutuo; y que se base en el hecho de que Estados Unidos y el Islam no se excluyen mutuamente y no es necesario que compitan. Por el contrario: coinciden en parte y tienen principios comunes, principios de justicia, progreso, tolerancia y el respeto a la dignidad de todos los seres humanos.

Lo hago sabiendo que el cambio no puede suceder de la noche a la mañana. Ningún discurso por su cuenta puede acabar con años de desconfianza, ni puedo en el tiempo que tengo contestar todas las preguntas complejas que nos han traído a este momento. Pero estoy convencido que para progresar, debemos decir abiertamente lo que pensamos y, demasiadas veces, eso se dice solamente detrás de puertas cerradas. Debe haber un esfuerzo sostenido de escucharnos los unos a los otros, de aprender unos de otros; de respetarnos unos a otros, y de buscar terreno común. Como nos dice el Sagrado Corán: “Tengan conciencia de Dios y digan siempre la verdad”. Eso es lo que trataré de hacer: decir la verdad de la manera más clara posible, reconociendo humildemente la tarea que nos queda por delante, con la firme convicción de que los intereses que compartimos como seres humanos son mucho más poderosos que las fuerzas que nos dividen.

Parte de esta convicción está arraigada en mi propia experiencia. Soy cristiano, pero mi padre pertenecía a una familia de Kenia que incluye a varias generaciones de musulmanes. De niño, pasé varios años en Indonesia y escuché el llamado del Azán al amanecer y atardecer. De joven, trabajé en comunidades de Chicago donde muchos encontraban dignidad y paz en su religión musulmana.

Como estudioso de la historia, sé también que la civilización tiene una deuda con el Islam. Fue el Islam –en lugares como la Universidad Al-Azhar– el que llevó la antorcha del aprendizaje durante muchos siglos y preparó el camino para el Renacimiento y el Siglo de las Luces en Europa. Fueron las comunidades musulmanas las que inventaron nuestra brújula magnética y herramientas de navegación; las que desarrollaron el álgebra; nuestra pericia con la pluma y la impresión; nuestro entendimiento del proceso de contagio de las enfermedades y las formas de curarlas. La cultura islámica nos ha brindado majestuosos arcos y altísimas torres; poesía y música de eterna belleza; elegante caligrafía y lugares de contemplación pacífica. Y en toda la historia, el Islam ha demostrado por medio de sus palabras y actos las posibilidades de la tolerancia religiosa e igualdad de las razas.

Sé también que el Islam siempre ha sido parte de la historia de Estados Unidos. La primera nación en reconocer a mi país fue Marruecos. Al firmar el Tratado de Trípoli en 1796, nuestro segundo presidente, John Adams, escribió: “Estados Unidos no tiene ninguna enemistad con las leyes, religión o tranquilidad de los musulmanes”. Y desde nuestra fundación, los musulmanes estadounidenses han enriquecido a Estados Unidos. Lucharon en nuestras guerras, trabajaron para el gobierno, defendieron los derechos civiles, abrieron negocios, enseñaron en nuestras universidades, sobresalieron en nuestros estadios deportivos, ganaron premios Nobel, construyeron nuestro más alto rascacielos y encendieron la antorcha olímpica. Y cuando el primer musulmán estadounidense fue elegido recientemente al Congreso y juró defender nuestra Constitución usó el mismo Sagrado Corán que uno de nuestros fundadores, Thomas Jefferson, tenía en su biblioteca personal.

Entonces, conocí el Islam en tres continentes antes de venir a la región donde fue originalmente revelado. Esa experiencia guía mi convicción de que esa alianza entre Estados Unidos y el Islam se debe basar en lo que es el Islam, no en lo que no es, y considero que es parte de mi responsabilidad como Presidente de Estados Unidos luchar contra los estereotipos negativos del Islam dondequiera que surjan.

Pero ese mismo principio debe aplicarse a la percepción musulmana de Estados Unidos. Así como los musulmanes no encajan en un estereotipo burdo, Estados Unidos no encaja en el estereotipo burdo de un imperio que se preocupa sólo de sus intereses. Los Estados Unidos ha sido una de las mayores fuentes del progreso que el mundo jamás haya conocido. Nacimos de una revolución contra un imperio. Fue fundado en base al ideal de que todos somos creados iguales, y hemos derramado sangre y luchado durante siglos para darles vida a esas palabras, dentro de nuestras fronteras y alrededor del mundo. Nuestra identidad se forjó con todas las culturas provenientes de todos los rincones de la Tierra, y estamos dedicados a un concepto simple: "E pluribus unum": “De muchos, uno”.

Mucho se ha comentado del hecho de que un afroamericano con el nombre Barack Hussein Obama haya podido ser elegido Presidente. Pero mi historia no es tan singular. El sueño de oportunidades para todas las personas no se ha hecho realidad en todos los casos en Estados Unidos, pero la promesa todavía existe para todos los que llegan a nuestras costas, incluidos casi siete millones de musulmanes estadounidenses, que hoy están en nuestro país y tienen ingresos y educación por encima del promedio.

Es más, la libertad en Estados Unidos es indivisible de la libertad religiosa. Por eso hay una mezquita en todos los estados de nuestro país y más de 1.200 mezquitas dentro de nuestras fronteras. Por eso el gobierno de Estados Unidos recurrió a los tribunales para proteger el derecho de las mujeres y niñas a llevar el "jiyab" y castigar a quienes se lo negaban.

Entonces, que no quepa la menor duda: el Islam es parte de Estados Unidos. Y considero que Estados Unidos es, en sí, la prueba de que todos, sin importar raza, religión o condición social, compartimos las mismas aspiraciones: paz y seguridad, educación y un trabajo digno, amar a nuestra familia, a nuestra comunidad y a nuestro Dios. Son cosas que tenemos en común. Esto anhela toda la humanidad.

Por supuesto, el reconocimiento de nuestra humanidad común es apenas el comienzo de nuestra tarea. Las palabras por sí solas no satisfacen las necesidades de nuestros pueblos. Estas necesidades sólo se satisfarán si actuamos audazmente en los próximos años. Y debemos actuar con el entendimiento de que la gente en todo el mundo enfrenta los mismos desafíos, y si fracasamos, las consecuencias nos perjudicarán a todos, pues hemos aprendido de acontecimientos recientes que cuando un sistema financiero se debilita en un país, hay menos prosperidad en todas partes. Cuando una nueva gripe infecta a un ser humano, todos estamos en peligro. Cuando una nación procura armas nucleares, todas las naciones corren mayor riesgo de un ataque nuclear. Cuando extremistas violentos operan en una franja montañosa, el peligro se cierne sobre gente del otro lado del océano. Y cuando personas inocentes en Bosnia y en Darfur son asesinados, sentimos un peso en nuestra conciencia colectiva. Eso es lo que significa compartir este mundo en el siglo XXI. Somos mutuamente responsables ante los demás seres humanos.

Ésa es una responsabilidad difícil de asumir. Ya que la historia de la humanidad ha sido a menudo una letanía de naciones y tribus que subyugan a otras para satisfacer sus propios intereses. Sin embargo, en esta nueva era, semejantes actitudes son contraproducentes. Debido a nuestra interdependencia, cualquier régimen en el mundo que eleve a una nación o grupo humano por encima de otro, inevitablemente fracasará. Así que cualquiera que sea nuestra opinión del pasado, no debemos ser prisioneros de él. Debemos solucionar nuestros problemas colaborando, debemos compartir nuestro progreso.

Eso no significa que debemos ignorar las fuentes de tensión. De hecho, sugiere que debemos hacer exactamente lo contrario: debemos afrontar estas tensiones de frente. Y con esa intención, permítanme hablar de la manera más clara y transparente posible sobre algunos asuntos específicos que creo que debemos finalmente afrontar juntos.

Lo primero que debemos encarar es el extremismo violento en todas sus formas.

En Ankara, dejé claro que Estados Unidos no está y nunca estará en guerra contra el Islam. Sin embargo, les haremos frente sin descanso a los extremistas violentos que representan una grave amenaza para nuestra seguridad, porque rechazamos lo mismo que rechaza la gente de todos los credos: el asesinato de hombres, mujeres y niños inocentes. Y es mi deber principal como Presidente proteger al pueblo estadounidense.


Afganistán y Pakistán

La situación en Afganistán demuestra las metas de Estados Unidos y nuestra necesidad de trabajar juntos. Hace más de siete años, Estados Unidos tenía amplio apoyo internacional cuando fue en pos de Al Qaida y el Talibán. Ir allá no fue una opción; fue una necesidad. Y soy consciente de que hay quienes cuestionan o justifican los acontecimientos del 11 de septiembre. Pero seamos claros: Al Qaida asesinó a casi 3.000 personas ese día. Las víctimas fueron hombres, mujeres y niños inocentes de los Estados Unidos y muchos otros países que no habían hecho nada para hacerle daño a nadie. Y sin embargo, Al Qaida los asesinó sin misericordia, se adjudicó la responsabilidad por el ataque y aún ahora sigue declarando repetidamente su determinación de asesinar a gran escala. Tienen militantes en muchos países y están tratando de ampliar su alcance. Éstas no son opiniones para debatir, son hechos que debemos afrontar.

Y que quede claro: no queremos mantener a nuestras tropas en Afganistán. No queremos tener bases militares allá. Es doloroso para los Estados Unidos perder a nuestros jóvenes. Continuar este conflicto tiene un costo político y económico muy alto. De muy buena gana enviaríamos de regreso a casa a todas nuestras tropas si tuviéramos la certeza de que no hay extremistas violentos en Afganistán y Pakistán decididos a asesinar a todos los estadounidenses que puedan. Pero esa aún no es la situación.

Por eso estamos trabajando con una coalición de cuarenta y seis países. Y a pesar de los costos requeridos, el compromiso de los Estados Unidos no se debilitará. De hecho, ninguno de nosotros debe tolerar a estos extremistas. Han cometido asesinatos en muchos países. Han asesinado a gente de diferentes religiones, y más que nada, han asesinado a musulmanes. Sus actos son irreconciliables con los derechos de los seres humanos, el progreso de las naciones y el Islam. El Sagrado Corán enseña que quien mata a un inocente, mata a toda la humanidad; y quien salva a una persona, salva a toda la humanidad. La religión perdurable de más de mil millones de personas es mucho más fuerte que el odio intransigente de unos pocos. El Islam no es parte del problema en la lucha contra el extremismo violento, es parte importante de avanzar hacia la paz.

También sabemos que el poderío militar por sí solo no va a resolver los problemas en Afganistán y Pakistán. Por eso planeamos invertir $1.500 millones de dólares cada uno de los próximos cinco años, a fin de asociarnos con Pakistán para construir escuelas y hospitales, carreteras y empresas, y cientos de millones para ayudar a quienes han sido desplazados. Por eso estamos proporcionando más de $2.800 millones para ayudar al pueblo de Afganistán a desarrollar su economía y prestar servicios de los que depende la gente.


Irak

Permítanme también hablar del tema de Irak. A diferencia de Afganistán, nosotros elegimos ir a la guerra en Irak, y eso provocó fuerte antagonismo en mi país y alrededor del mundo. Aunque creo que, a fin de cuentas, el pueblo iraquí está mejor sin la tiranía de Sadam Husein, también creo que los acontecimientos en Irak han recordado a los Estados Unidos de Norteamérica que es necesario usar la diplomacia y promover consensos a nivel internacional para resolver nuestros problemas cuando sea posible. De hecho, podemos citar las palabras de Thomas Jefferson, quien dijo: “Espero que nuestra sabiduría aumente con nuestro poder y nos enseñe que cuanto menos usemos nuestro poder, éste más se incrementará”.

Hoy, Estados Unidos tiene una doble responsabilidad: ayudar a Irak a forjar un mejor futuro y dejar Irak en manos de los iraquíes. Le he dicho claramente al pueblo iraquí que no queremos bases militares y no queremos reclamar ninguna parte de su territorio ni de sus recursos. La soberanía de Irak es toda suya. Por eso ordené el retorno de nuestras brigadas de combate para el próximo agosto. Por eso cumpliremos con nuestro acuerdo con el gobierno de Irak, democráticamente elegido, de retirar nuestras tropas de combate de las ciudades iraquíes para julio y de retirar todas nuestras tropas de Irak para el 2012. Ayudaremos a Irak a capacitar a sus Fuerzas de Seguridad y a desarrollar su economía. Respaldaremos, como socio y jamás como patrón, a un Irak seguro y unido.


La tortura y Guantánamo

Y finalmente, así como Estados Unidos no puede tolerar la violencia a manos de extremistas, nunca debemos cambiar nuestros principios. El 11 de septiembre fue un trauma enorme para nuestro país. El temor y la ira que causó son comprensibles, pero en algunos casos, nos llevó a actuar en contra de nuestros ideales. Estamos tomando medidas concretas para cambiar de dirección. He prohibido inequívocamente el uso de la tortura por Estados Unidos y he ordenado que se clausure la prisión en la bahía de Guantánamo para comienzos del próximo año.

Entonces, Estados Unidos se defenderá, respetuoso de la soberanía de las naciones y el imperio de la ley. Y lo haremos en alianza con las comunidades musulmanas que también se ven amenazadas. Cuanto antes se aísle a los extremistas y no se les acepte en las comunidades musulmanas, más pronto estaremos todos más seguros.


Israel y Palestina

La segunda fuente importante de tensión que necesitamos discutir es la situación entre los israelíes, los palestinos y el mundo árabe.

Los estrechos vínculos de Estados Unidos con Israel son muy conocidos. Este vínculo es inquebrantable. Se basa en lazos culturales e históricos, y el reconocimiento de que el anhelo de un territorio judío está arraigado en una historia trágica que no se puede negar.

Alrededor del mundo, el pueblo judío fue perseguido durante siglos, y el antisemitismo en Europa culminó en un Holocausto sin precedente. Mañana, visitaré Buchenwald, que fue parte de una serie de campos donde los judíos fueron esclavizados, torturados, abaleados y asesinados en cámaras de gas por el Tercer Reich. Seis millones de judíos fueron aniquilados, más que toda la actual población judía de Israel. Negar ese hecho es infundado, ignorante y odioso. Amenazar a Israel con la destrucción o repetir viles estereotipos sobre los judíos son acciones profundamente equivocadas y sólo logran evocar entre los israelíes el más doloroso de los recuerdos y, a la vez, impedir la paz que los pobladores de la región merecen.

Por otro lado, también es innegable que el pueblo palestino –musulmanes y cristianos– también ha sufrido en la lucha por una patria. Durante más de sesenta años, han padecido el dolor del desplazamiento. Muchos esperan, en campamentos para refugiados en la Ribera Occidental, Gaza y tierras aledañas, una vida de paz y seguridad que nunca han tenido. Soportan las humillaciones diarias, grandes y pequeñas, que surgen de la ocupación. Entonces, que no quepa duda alguna: la situación para el pueblo palestino es intolerable. Estados Unidos no dará la espalda a las aspiraciones legítimas de los palestinos de dignidad, oportunidades y un estado propio.

Durante décadas, el conflicto se ha quedado en tablas: dos pueblos con aspiraciones legítimas, cada uno con una dolorosa historia que hace difícil llegar a un acuerdo. Es fácil asignar la culpa: para los palestinos culpar el desplazamiento a raíz de la fundación de Israel, y para los israelíes culpar la hostilidad constante y los ataques llevados a cabo durante toda su historia dentro y fuera de sus fronteras. Pero si vemos este conflicto solamente de un lado o del otro, entonces no podemos ver la verdad: la única resolución es que las aspiraciones de ambos lados las satisfagan dos estados, donde los israelíes y los palestinos tengan paz y seguridad.

Es de interés para Israel, es de interés para Palestina, es de interés para Estados Unidos, y es de interés para el mundo entero. Es por eso que mi intención es abocarme personalmente a esta solución dedicando toda la paciencia que la tarea requiere. Las obligaciones que las partes acordaron conforme al plan son claras. Para que llegue la paz, es hora de que ellos –y todos nosotros– cumplamos con nuestras responsabilidades.

Los palestinos deben abandonar la violencia. La resistencia por medio de violencia y asesinatos está mal y no resulta exitosa. Durante siglos, las personas de raza negra en Estados Unidos sufrieron los azotes del látigo como esclavos y la humillación de la segregación. Pero no fue con violencia que lograron derechos plenos y equitativos. Fue con una insistencia pacífica y decidida en los ideales centrales de la fundación de Estados Unidos. Esta misma historia la pueden contar pueblos desde Sudáfrica hasta el sur de Asia; desde Europa Oriental hasta Indonesia. Es una historia con una verdad muy simple: la violencia es un callejón sin salida. No es señal de valentía ni fuerza el lanzar cohetes contra niños que duermen, ni hacerlos estallar contra ancianas en un autobús. Así no se obtiene autoridad moral; así se renuncia a ella.

Éste es el momento en que los palestinos se centren en lo que pueden construir. La Autoridad Palestina debe desarrollar su capacidad de gobernar, con instituciones que satisfagan las necesidades de su pueblo. Hamas cuenta con respaldo entre algunos palestinos, pero también tiene responsabilidades. Para desempeñar un papel en hacer realidad las aspiraciones de los palestinos, y unir al pueblo palestino, Hamas debe poner fin a la violencia, reconocer acuerdos del pasado, y reconocer el derecho de Israel a existir.

Al mismo tiempo, los israelíes deben reconocer que así como no se puede negar el derecho de Israel a existir, tampoco se puede negar el de Palestina. Estados Unidos no acepta la legitimidad de más asentamientos israelíes. Dicha construcción viola acuerdos previos y menoscaba los esfuerzos por lograr la paz. Es hora de que cesen dichos asentamientos.

Israel también debe cumplir con sus obligaciones de asegurarse de que los palestinos puedan vivir y trabajar y desarrollar su sociedad. Y así como es de devastadora para familias palestinas, la crisis humanitaria en Gaza, que continúa, no contribuye a la seguridad de Israel, ni tampoco lo hace la falta de oportunidades en la Ribera Occidental. El progreso en la vida cotidiana del pueblo palestino debe ser parte del camino hacia la paz, e Israel debe tomar pasos concretos para permitir ese progreso.

Finalmente, los estados árabes deben reconocer que la Iniciativa Árabe de Paz fue un punto de partida importante, pero no el fin de sus responsabilidades. El conflicto árabe-israelí ya no debe ser usado para distraer a los pobladores de los países árabes y disimular la existencia de otros problemas. Más bien, debe dar lugar a medidas para ayudar al pueblo palestino a desarrollar las instituciones que sustenten su estado; a reconocer la legitimidad de Israel, y a optar por el progreso por encima de la contraproducente atención al pasado.

Los Estados Unidos alinearemos nuestra política con quienes buscan la paz, y diremos en público las cosas que les decimos en privado a los israelíes y palestinos y árabes. No podemos imponer la paz. Pero en privado, muchos musulmanes reconocen que Israel no desaparecerá. Asimismo, muchos israelíes reconocen la necesidad de un estado palestino. Es hora de actuar basándonos en lo que todos sabemos que es cierto.

Se han derramado demasiadas lágrimas. Se ha derramado demasiada sangre. Todos nosotros tenemos la responsabilidad de trabajar para que llegue el día en que las madres de israelíes y palestinos puedan ver a sus hijos crecer sin temor; cuando la Tierra Santa de tres grandes religiones sea el lugar de paz que Dios se propuso que fuera; cuando judíos y cristianos y musulmanes puedan tener en Jerusalén un hogar seguro y perdurable, y un lugar donde todos los hijos de Abraham fraternicen pacíficamente como en la historia del Isrá, cuando se unieron para orar Moisés, Jesús y Mahoma (que la paz esté con ellos).



Irán y las armas nucleares

La tercera fuente de tensión es nuestro interés compartido en los derechos y responsabilidades de los países con relación a las armas nucleares.

Este asunto ha sido una fuente de tensión, en particular entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán. Durante muchos años, Irán se ha definido en parte por su oposición a mi país, y de hecho, la historia entre nosotros ha sido tumultuosa. En medio de la Guerra Fría, Estados Unidos desempeñó un papel en el derrocamiento de un gobierno iraní elegido democráticamente. Desde la Revolución Islámica, Irán ha desempeñado un papel en secuestros y actos de violencia contra militares y civiles estadounidenses. Esta historia es muy conocida. En vez de permanecer atrapados en el pasado, les he dejado en claro a los líderes y al pueblo de Irán que mi país está dispuesto a dejar eso atrás. La cuestión ahora no es a qué se opone Irán, sino más bien, qué futuro quiere forjar.

Será difícil superar décadas de desconfianza, pero avanzaremos con valentía, rectitud y convicción. Habrá muchos temas que discutir entre nuestros dos países, y estamos dispuestos a seguir adelante, sin precondiciones, basados en un respeto mutuo. Pero no hay duda para quienes se ven afectados que, en cuanto a las armas nucleares, hemos llegado a un punto decisivo. Esto no es simplemente cuestión de los intereses de Estados Unidos. Esto es cuestión de evitar una carrera de armas nucleares en el Oriente Medio que podría llevar a esta región por un camino sumamente peligroso.

Comprendo a quienes protestan porque algunos países tengan armas que otros no tienen. Ningún país por su cuenta debe escoger que países deben tener armas nucleares. Es por eso que he reafirmado firmemente el compromiso de Estados Unidos de procurar un mundo en el que ningún país tenga armas nucleares. Y todo país –incluido Irán– debe tener el derecho de utilizar energía nuclear pacífica si cumple con sus responsabilidades conforme al Tratado de No Proliferación Nuclear. Ese compromiso es esencial en el tratado, y todos los que lo ratifican deben cumplirlo sin falta. Y tengo la esperanza de que todos los países de la región puedan compartir este objetivo.



La democracia

El cuarto asunto que deseo tratar es la democracia.

Sé que ha habido una polémica sobre la promoción de la democracia en años recientes y que gran parte de dicha controversia tiene que ver con la guerra en Irak. Entonces, permítanme ser claro: ninguna nación puede ni debe imponer un sistema de gobierno a una nación.

Eso no disminuye mi compromiso, sin embargo, con los gobiernos que reflejan la voluntad del pueblo. En cada nación, este principio cobra vida a su manera, en base a las tradiciones de su propia gente. Estados Unidos no pretende saber lo que es mejor para todos, así como no pretenderíamos determinar el resultado de elecciones pacíficas. Pero sí tengo una convicción inquebrantable en que todas las personas anhelan ciertas cosas: la posibilidad de expresarse libremente y tener voz y voto en la forma de gobierno; la confianza en el Estado de derecho e imparcialidad de la justicia; un gobierno transparente que no le robe a su gente; la libertad de vivir según escoja cada uno. Éstas no son sólo ideas estadounidenses, son derechos humanos, y es por eso que nosotros los apoyaremos en todas partes.

No existe un camino directo para alcanzar esta promesa. Pero no hay duda de esto: los gobiernos que protegen estos derechos, a fin de cuentas, son más estables, exitosos y seguros. La supresión de ideas nunca logra hacer que desaparezcan. Estados Unidos valora el derecho de todas las voces pacíficas y respetuosas con la ley a ser escuchadas en todo el mundo, incluso si discrepamos con ellas. Y acogeremos a todos los gobiernos electos y pacíficos, siempre que gobiernen respetando a toda su gente.

Este último punto es importante porque hay quienes abogan por la democracia sólo cuando no están en el poder, y ya en el poder, no tienen misericordia al buscar la supresión de los derechos de los otros. No obstante, donde ocurra, el gobierno del pueblo y por el pueblo establece un único estándar para quienes están en el poder: deben mantener su poder a través del consentimiento, no mediante la coerción; deben respetar los derechos de las minorías a participar basándose en la tolerancia y el consenso; deben poner los intereses de su pueblo y los procesos políticos legítimos por encima de su partido. Sin estos ingredientes, las elecciones, sin más, no desembocan en verdadera democracia.



La libertad religiosa

El quinto asunto que debemos encarar juntos es el de la libertad religiosa.

El Islam tiene una orgullosa tradición de tolerancia. Lo vemos en la historia de Andalucía y Córdoba durante la Inquisición. Lo vi con mis propios ojos de niño en Indonesia, donde los cristianos devotos practicaban su religión libremente en un país predominantemente musulmán. Ése es el espíritu que necesitamos hoy. Las personas de todos los países deberían ser libres de escoger su religión y llevar una vida como dicte su mente, corazón y alma. Esta tolerancia es esencial para que la religión prospere, pero está siendo atropellada de muchas maneras diferentes.

Entre algunos musulmanes, hay una tendencia preocupante de medir las creencias propias en base al rechazo de las de los demás. La riqueza de la diversidad religiosa debe defenderse, ya sea por los maronitas del Líbano, o los coptos en Egipto. Y también se deben cerrar las divisiones entre musulmanes, ya que la separación entre suníes y chiítas ha resultado trágica violencia, particularmente en Irak.

La libertad de religión es fundamental para que los pueblos puedan convivir. Siempre debemos examinar las formas en que la protegemos. Por ejemplo, en Estados Unidos, las normas sobre los donativos benéficos han hecho que sea más difícil que los musulmanes cumplan con su obligación religiosa del "zakat". Es por eso que me he comprometido a trabajar con los musulmanes estadounidenses para asegurar de que puedan cumplir con él.

Asimismo, es importante que países del Occidente eviten impedir que los ciudadanos musulmanes puedan practicar su religión como les parezca, por ejemplo, dictando qué ropa deben usar las mujeres musulmanas. No podemos esconder la hostilidad hacia cualquier religión con el pretexto del liberalismo.

De hecho, la fe nos debe unir. Por eso estamos forjando proyectos de servicio en Estados Unidos que reúnan a cristianos, musulmanes y judíos. Por eso acogemos los esfuerzos como el Diálogo Interreligioso del rey Abdullah de Arabia Saudita y el liderazgo de Turquía en la Alianza de Civilizaciones. Alrededor del mundo, podemos convertir el diálogo en servicio interreligioso, para que los puentes entre los pueblos lleven a actos, ya sea al combatir la malaria en África o proporcionar socorro tras una catástrofe natural.



Los derechos de la mujer

El sexto asunto que deseo abordar son los derechos de la mujer.

Sé que existe debate sobre este tema. Rechazo el punto de vista de algunas personas en Occidente de que la mujer que opta por cubrir su cabello es, en cierta manera, menos igual, pero sí creo que a una mujer a la que se le niega educación se le niega la igualdad. Y no es coincidencia que los países donde las mujeres cuentan con una buena educación tienen bastante más probabilidades de ser prósperos.

Y permítanme ser claro: los problemas relativos a la igualdad de la mujer no solamente ocurren en el Islam. En Turquía, Pakistán, Bangladesh e Indonesia, hemos visto a países de mayoría musulmana elegir a una mujer como líder. A la vez, la lucha por la igualdad de las mujeres continúa en muchos aspectos de la vida estadounidense, y en países de alrededor del mundo.

Nuestras hijas pueden contribuir tanto a la sociedad como nuestros hijos, y nuestra prosperidad común se puede promover si permitimos a toda la humanidad –hombres y mujeres– desarrollar su potencial entero. Yo no creo que las mujeres tengan que tomar las mismas decisiones que los hombres para lograr la igualdad, y respeto a las mujeres que escogen vivir sus vidas de manera tradicional. Pero debe ser por decisión propia. Por eso Estados Unidos se asociará con cualquier país de mayoría musulmana para apoyar una mayor alfabetización de las niñas, y para ayudar a las jóvenes a buscar empleo por medio del microfinanciamiento, que ayuda a la gente a hacer sus sueños realidad.



La globalización

Finalmente, deseo hablar sobre el desarrollo económico y las oportunidades.

Sé que para muchos, la faz de la globalización es contradictoria. Internet y la televisión pueden traer conocimientos e información, pero también sexualidad ofensiva y violencia irracional. El comercio puede traer nueva riqueza y oportunidades, pero también enormes alteraciones y cambios para las comunidades. En todos los países –incluido el mío– este cambio puede producir temor. El temor de que la modernidad significará perder el control de nuestras opciones económicas, nuestra política y, lo más importante, nuestra identidad, lo que más apreciamos de nuestras comunidades, nuestras familias, nuestras tradiciones y nuestra fe.

Pero también sé que el progreso humano no se puede negar. No hay necesidad de que el desarrollo y la tradición se contradigan. Países como Japón y Corea del Sur lograron el crecimiento de su economía y a la vez mantuvieron culturas singulares. Ése también es el caso del asombroso progreso dentro de países de mayoría musulmana desde Kuala Lumpur hasta Dubai. En la antigüedad y en nuestros tiempos, comunidades musulmanas han estado a la vanguardia de la innovación y la educación.

Esto es importante porque ninguna estrategia de desarrollo se puede basar solamente en lo que sale de la tierra, ni se puede sostener mientras los jóvenes están desempleados. Muchos países del golfo han gozado de enorme riqueza como consecuencia del petróleo, y algunos están comenzando a concentrarse en un desarrollo más extenso. Pero todos nosotros debemos reconocer que la educación e innovación serán la moneda del siglo XXI, y en demasiadas comunidades musulmanas se mantiene una inversión inadecuada en estas áreas. Estoy poniendo énfasis en semejantes inversiones dentro de mi país. Y aunque Estados Unidos en el pasado se ha concentrado en el petróleo y el gas en esta región del mundo, ahora buscamos una relación más amplia.

Con respecto a la educación, ampliaremos los programas de intercambio y aumentaremos las becas, como la que llevó a mi padre a Estados Unidos, y a la vez alentaremos a más estadounidenses a estudiar en comunidades musulmanas. Y encontraremos becas en Estados Unidos apropiadas para estudiantes musulmanes prometedores; invertiremos en la enseñanza por Internet para maestros y niños de todo el mundo, y crearemos una nueva red de Internet, de manera que un adolescente en Kansas se pueda comunicar instantáneamente con un adolescente en El Cairo.

Con respecto al desarrollo económico, crearemos un nuevo cuerpo de empresarios voluntarios para contactarlos con colegas en países de mayoría musulmana. Y presidiré una Cumbre sobre Iniciativa Empresarial este año para identificar formas de afianzar vínculos entre líderes empresariales, fundaciones y empresarios sociales en Estados Unidos y las comunidades musulmanas alrededor del mundo.

En cuanto a ciencia y tecnología, crearemos un nuevo fondo para apoyar el desarrollo tecnológico en los países de mayoría musulmana, y para ayudar a transferir ideas al mercado de manera que puedan generar empleos. Abriremos centros de excelencia científica en África, el Oriente Medio y el sudeste asiático, y nombraremos a nuevos delegados de ciencias para que colaboren en programas que desarrollen nuevas fuentes de energía, generen empleos verdes, digitalicen archivos, purifiquen el agua y produzcan nuevos cultivos.

Y hoy estoy anunciando una nueva campaña global con la Organización de la Conferencia Islámica para erradicar la poliomielitis y expandiremos sociedades con comunidades musulmanas a fin de promover la salud infantil y materna.

Todas estas cosas se deben hacer conjuntamente. Los estadounidenses están listos para unirse a ciudadanos y gobiernos; organizaciones comunitarias, líderes religiosos y empresas en comunidades musulmanas alrededor del mundo para ayudar a nuestra gente a lograr una vida mejor.

No será fácil abordar los asuntos que he mencionado. Pero tenemos la responsabilidad de unirnos para beneficio del mundo que queremos hacer realidad: un mundo donde los extremistas ya no amenacen a nuestros pueblos y los soldados estadounidenses puedan regresar a casa; un mundo donde tanto israelíes como palestinos tengan seguridad en un estado propio, y la energía nuclear se use para fines pacíficos; un mundo donde los gobiernos estén al servicio de sus ciudadanos y se respeten los derechos de todos los hijos de Dios. Esos son intereses mutuos. Ése es el mundo que queremos. Pero sólo juntos lo podemos lograr.

Sé que hay muchos, musulmanes y no musulmanes, que cuestionan si podemos lograr este nuevo comienzo. Hay quienes están ansiosos por avivar las llamas de la división e impedir el progreso. Hay quienes sugieren que no vale la pena; alegan que estamos destinados a discrepar y las civilizaciones están condenadas a tener conflictos. El escepticismo embarga a muchos más. Hay tanto temor, tanta desconfianza. Pero si optamos por ser prisioneros del pasado, entonces nunca avanzaremos.

Todos nosotros compartimos este mundo sólo por un breve periodo. El asunto es si vamos a pasar este tiempo centrados en lo que nos separa o si nos comprometeremos a realizar un esfuerzo –un esfuerzo sostenido– con el fin de encontrar terreno común, de concentrarnos en el futuro que queremos para nuestros hijos y de respetar la dignidad de todos los seres humanos.

Es más fácil comenzar guerras que llevarlas a su fin. Es más fácil culpar a otros que mirar hacia adentro, ver las diferencias en los demás que las semejanzas. Pero debemos escoger el camino correcto, no el camino fácil. También hay una regla central en toda religión: Tratar a los demás como uno quisiera ser tratado. Esta verdad trasciende naciones y pueblos, y no es una convicción nueva; no es ni negra ni blanca ni morena; no es cristiana ni musulmana ni judía. Es una creencia que latía en los orígenes de la civilización y que aún late en el corazón de miles de millones. Es la fe en los demás, y es lo que me trajo hoy aquí.

Tenemos el poder de crear el mundo que queremos, pero sólo si tenemos la valentía de crear un nuevo comienzo, teniendo en mente lo que está escrito.

El Sagrado Corán nos dice, “¡Oh, Humanidad! Los hemos creado hombres y mujeres, y los hemos agrupado en naciones y tribus con tal de que se conozcan el uno al otro”.

El Talmud nos dice: “Todo el Tora tiene como propósito promover la paz”.

La Santa Biblia nos dice: “Benditos los que promueven la paz; ellos serán llamados hijos de Dios”.

Los pueblos del mundo pueden vivir juntos y en paz. Sabemos que ésa es la visión de Dios. Ahora, ésa debe ser nuestra labor aquí en la Tierra.

Gracias. Y que la paz de Dios esté con ustedes.



Barack Hussein Obama.
Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

Universidad de El Cairo. 4 de junio de 2009.

miércoles, 3 de junio de 2009

Absuelven a un joven que se descargó 3.322 películas de internet porque "no hubo ánimo de lucro"

El Juzgado de lo Penal 4 de Pamplona ha absuelto a Javier M.B. del delito contra la propiedad intelectual del que fue acusado por haberse descargado de Internet 3.322 películas y un número indeterminado de piezas musicales.

29 May 2009 | LA FLECHA, AGENCIAS

La sentencia considera probada que estas descargas se realizaron entre 2003 y 2004 "sin consentimiento de los titulares de los derechos de autor" pero para "uso particular" o "intercambio con otros internautas".

Subraya así que no ha quedado acreditado que el acusado haya obtenido "ningún tipo de ventaja económica con la venta de todo o parte del material que almacenaba".

Y ante la falta de prueba "para enervar el derecho a la presunción de inocencia", puntualiza el fallo, ya que el denunciante no aportó "ninguna prueba del lucro", el tribunal declara al procesado inocente de un delito contra la propiedad intelectual.