ANTONIO HERNÁNDEZ ESPINAL - CAMBIO 16 - 19/07/2010
Dicen que el Dictador Francisco Franco solía utilizar esta frase para aleccionar a sus ministros. Sea o no verdad, la cita se ha convertido en toda una declaración de intenciones del régimen que mantuvo atenazado a nuestro país durante cuarenta años. Hoy, lamentablemente, parece estar tan vigente como entonces.
En el último barómetro del CIS, de abril del presente año, “La clase política, los partidos políticos” es el tercer problema que perciben actualmente los españoles, desbancando en tan sólo un año nada más y nada menos que a la inseguridad ciudadana o al terrorismo de ETA.
Por otra parte, hace pocos meses, el periodista Daniel Montero publicó un libro titulado “La Casta”, en el que, entre peligrosas generalizaciones, medias verdades y mentiras descaradas, se arremete brutalmente contra los políticos de nuestro país acusándolos de un sin fin de abusos, privilegios y corruptelas de todo tipo. De hecho, es más que habitual escuchar, en debates, tertulias y cenáculos, afirmaciones del tipo “todos los políticos son iguales” o, a veces, con mayor concreción, “todos los políticos son unos corruptos”. Continuas apariciones de noticias sobre casos de corrupción en los que están implicados políticos, como el Gürtel, y, todo hay que decirlo, la “estrategia del ventilador” que muchos Partidos ponen en marcha cada vez que son afectados por un problema de este tipo, no hacen más que perjudicar la imagen de la que debiera ser una de las actividades más respetadas y reputadas en una sociedad sana.
La Democracia que, aunque imperfecta, es el único sistema que permite a los seres humanos tomar las riendas de su destino en común, necesita de personas que se dediquen a la Política. Personas que, en su inmensa mayoría, están motivadas por ese sentimiento que tan elocuentemente describía el shakesperiano Hamlet de que "el mundo está desquiciado, ¡vaya faena haber nacido yo para tener que arreglarlo!." Porque la Política no es sólo la que desarrollan los concejales imputados en casos de corrupción, es también la de centenares de concejales no liberados que trabajan, sin percibir ni un euro a cambio, por el bienestar de sus vecinos en la mayoría de los pueblos de España. También se dedican a la política los miles de militantes y simpatizantes de los Partidos, que dedican gran parte de su tiempo libre con el único objetivo de construir una sociedad más justa, más igualitaria y más solidaria: una sociedad mejor.
Por eso creo que, ahora que los políticos se han convertido en “sospechosos habituales” de todos los males que atenazan a los ciudadanos, hace falta reivindicar la nobleza de la actividad política. Debemos pensar que la Política suele ser atacada por los enemigos de la Democracia, y que no lo hacen de forma desinteresada. No nos debemos dejar llevar por la imagen distorsionada que nos proporcionan los medios de comunicación, en el ejercicio de una función muy beneficiosa para la sociedad por otra parte, al destacarnos los casos de corrupción en los que están implicados los políticos. Es evidente que hay políticos corruptos y también es evidente que la corrupción en el ejercicio del servicio público es algo deplorable pero ¿no es éste un defecto desgraciadamente muy común entre nuestros congéneres? ¿Podemos afirmar que este defecto es propio de la política y no está extendido en todas las actividades humanas? ¿Hay, proporcionalmente, más políticos que vulneran la ley que empresarios, banqueros o vendedores de fruta? ¿O es que simplemente son más reprochables y llamativos y por eso los medios de comunicación les colocan la lupa encima? Los ciudadanos deberíamos intentar evitar dejarnos llevar por generalizaciones maniqueas, aunque ayudaría bastante, todo hay que decirlo, que los políticos hicieran un esfuerzo por evitar el corporativismo y colaboraran para que cayera sobre los corruptos, sean del signo que sean, todo el peso de la ley.
El desafecto que los ciudadanos sienten hacia los políticos debería abrir un profundo debate en el seno de los Partidos que, probablemente debieran también abrirse más a la ciudadanía y ofrecer una imagen menos monolítica y opaca. Es probable que haya llegado el momento de avanzar en la democracia interna de nuestros Partidos, en pro de la salud de nuestra Democracia.
Ojalá algún día la política no sea una parcela exclusiva de un grupo de personas. Ojalá todos los ciudadanos participaran activamente en política desde la sociedad civil, ejerciendo una de las mejores formas de dedicarse a la Política: la ciudadanía.
Si todos pusiéramos de nuestra parte no dudo que la Política volvería a ser percibida, como expresaban las primeras Constituciones de la Ilustración de forma tan hermosa, aunque lamentablemente en desuso, como la actividad que trabaja para hacer más felices a los ciudadanos o, al menos, para establecer las condiciones que permitan que cada uno de nosotros o nosotras pueda buscar su propia felicidad.
Creo que la Política merece el mayor de los respetos aunque, quien no lo comparta, quizás prefiera que su destino sea dirigido, de nuevo, por alguien que no se meta en política.
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