jueves, 24 de enero de 2008

EL PROYECTO 80%

¿Qué pasaría si consiguiésemos alcanzar una participación en las elecciones generales del 80%?

Con esta sugerente pregunta se promociona una idea lanzada a través del blog http://80porciento.blogspot.com/ en el que se inicia una campaña para alcanzar la, a priori, utópica cifra de participación del 80% en las próximas elecciones.

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos, poco sospechosa de ultraizquierdismo, contiene una cita, que gusta muy poco a la jerarquía eclesiática, tan efrentada al espíritu de la Ilustración, que es la que viene a decir “que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.”

No me cabe la menor duda de que existe una estrategia de la Derecha de vencer electoralmente a fuerza de aburrir y alienar al electorado, y a la estrategia de apoyo a sus tesis, por parte de la Iglesia Católica, instalada en la postura medieval de que la voluntad del pueblo no puede contradecir a la voluntad de Dios (que por cierto ellos monopolizan). Me encanta pesar que, frente a estas posturas, el pueblo, único soberano, tiene el enorme poder del voto en sus manos.

Y, puestos a hacer un "revolución" cívica y silenciosa, me gusta esta iniciativa del voto masivo, mucho más que la otra que propugna la abstención y que, al final, como se ha demostrado siempre, sólo favorece a la derecha.

Votemos masivamente, pues no hay nada más revolucionario que el voto, aunque sea blanco, como especulaba Saramago en su genial "Ensayo sobre la lucidez".

He dicho.

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